sábado, 18 de julio de 2009




TERCER CUENTO ENCANTADO.



Una princesa asomó a un lago, se agachó tanto mirando la imagen nítida y clara de un príncipe rasurado y perfumado, que, perdió el equilibrio y cayó. Para su infortunio, en el fondo del lago la esperaba avergonzado y triste un sapo gigante. Embrujado él para atraer princesas y hacerlas sufrir con su apariencia. Para asombro de todos, ella podía respirar bajo el agua, sus lágrimas de frustración las disimulaba el dulce líquido de ese cristalino lago. En seguida se dejó guiar por el sapo que tenía un tesoro que mostrarle. Abrió un baúl, después de haber entrado en una cueva de estalactitas venenosas. Él la protegió con su cuerpo pero un erizo estrellado la rozó y envenenó letalmente. Ella hizo un pequeño ruido intrahidráulico que el sapo percibió como de amor. Pero en seguida recibió el olor de la sangre envenenada por el erizo embrujado para matar princesas absurdas. Entonces abrió el baúl rápidamente para que ella viera su colección de erizos muertos como nueces trituradas por sus mandíbulas y la de corazones negros de princesas que abren cofres prohibidos de cuentos de hadas.